Semanas atrás, interrogando a Norberto Galasso sobre las editoriales masivas en la Argentina, él, que sabe (casi) todo y que comparte todo su saber, nos recomendó:
-Hablen con Peña Lillo.
Y aquí estamos, en el departamento antiguo y sólido de la calle Chile, en la pequeña sala llena de libros -¿hace falta aclararlo?- entre fotos, dibujos, posters y un bello retrato del dueño de casa en los años en que se veía todavía más joven que ahora.
ALGO DE NIETZCHE PARA EMPEZAR
Entrevistadora (E1). Don Arturo, nos interesa conocer la historia suya como editor y sus experiencias en el campo de edición. ¿En qué años empezó y cómo empezó en este oficio?
Peña Lillo (PL)-. Yo empiezo editando algunas cosas muy sueltas, más que nada por hobby. Yo trabajaba en Hachette; en esa época también estaba Rodolfo Walsh, pero yo estaba en la sección medicina, ahí en la calle Córdoba, cerca de la Facultad. Edité así un librito de Nietzche, se me ocurrió hacerlo, lo mandé a la imprenta, lo pagué. Se llamaba “El ocaso de los ídolos” o “El crepúsculo de los ídolos”. Se lo di a un distribuidor y nunca más vi un peso ni un libro ni nada, lo desparramó por las librerías. Pero yo no estaba en empresario, yo era empleado de Hachette, de modo que lo hacía por mi gusto, porque me había entusiasmado el libro, me parecía importante. Ahora, orgánicamente, sistemáticamente, yo empiezo a editar con un muchacho que estudiaba medicina y se estaba por recibir y por casarse, entonces quería tener alguna actividad comercial para poder solventar todo eso. Y entonces empecé con él y dejé Hachette en el 47, y nos pusimos a editar una cantidad de libros, algunos de mucho éxito: un libro raro de José Hernández, Instrucción del Estanciero. Después algunas traducciones, como un libro de Jean-Luis Barrault sobre teatro, o La voz humana de Cocteau, cuando justo por esa época estaba la Magnani haciendo la película. También algunas cosas de Atahualpa Yupanqui, y un libro de Borges, El idioma de los argentinos, un librito chiquito, una conferencia que había dado. Y después este muchacho se casa y se desvincula de la editorial; y yo sigo con unos imprenteros haciendo libros, entre ellos el libro de Ernesto Palacios Historia de la Argentina. Y de ahí en más sigo, sigo y me empiezo a relacionar con estos jóvenes de la izquierda nacional, como Hernández Arregui, Jorge Abelardo Ramos, entran Jauretche, Puiggrós… Y ahí empiezo ya de una manera más continuada, más organizada, más empresarial. Porque cuando yo empecé a editar era una época muy difícil, de modo que era un poco un editor marginal. Las entrevistas eran en un café, en cualquier parte, no había oficinas, si tenía que tener los libros guardados alquilaba algún depósito, un sótano…. Pero después cuando empiezo a editar sistemáticamente a Jauretche, a Abelardo Ramos, a Puiggrós y a todos esos, ya me instalo en la calle Hipólito Yrigoyen al 1300, casi esquina San José. Yo le decía hace un tiempo a Alvaro Abós, cuando estaba preparando su libro sobre Botana [El Tábano], que justo donde yo tenía la editorial había estado el edificio donde estaba el teatro Onrubia, donde la Salvadora [Medina Onrubia] posiblemente hubiera estrenado alguna de sus obras de teatro. Ese edificio después se derrumbó y se hizo otra cosa moderna. Pero entonces era un teatro de dos o tres pisos y en los sótanos había rings de box, una cosa rarísima. En el libro de Sergio Bagú sobre José Ingenieros él menciona ese lugar donde estaba ese teatro y da la dirección, en la calle Victoria 1300 Victoria en ese entonces se llamaba la calle que ahora es Hipólito Yrigoyen. Yo esto lo sabía por Poroto Botana [el hijo de Natalio, el director de Crítica], porque Poroto venía siempre a la editorial y él me recordaba que ahí estaba el teatro Onrubia, donde posiblemente la madre haya puesto alguna obra de teatro suya en escena.
E1:- ¿Usted la conoció a Salvadora?
PL:- No, conocí solamente a Poroto.
EL OFICIO DE EDITOR
E1:- Cuando usted empieza a publicar, ¿dónde imprimía?
PL:-Imprimía más que nada con un taller que me daba mucho crédito: Talleres Gráficos. Casi todos los libros los editaba ahí.
Entrevistador n° 2 (E2):- ¿Existía entonces una clara separación entre los talleres gráficos y las editoriales?
PL. Algunas editoriales tradicionales tenían imprenta, como Salvat, Espasa Calpe, Estrada. Pero era una doble complicación: atender la editorial en sí es un problema, y ya otro es la parte empresarial de la imprenta, que tiene problemas muy específicos. Entonces casi no convenía tener taller.
E2:- Usted armaba la editorial y después iba a buscar los talleres.
PL:- Sí, completamente. Había también otros tipos de editores. Por ejemplo, yo lo conocía a Manuel Gleizer, un editor tradicional, emblemático, porque fue el primer editor de Borges, de Marechal, de González Tuñón, pero él tenía más bien una librería, y ahí los reunía a los escritores, y de ahí se hizo editor, de la librería.
E2:- O sea que había, por ahí, más relación entre las librerías y las editoriales que entre los talleres y las editoriales.
PL:- No, porque estaba también la influencia de los imprenteros que se hacían editores.
E1: ¿Y esto cómo se daba?
PL.- Bueno, en alguna época escaseaba el trabajo; y entonces el imprentero tenía que buscar trabajo para la gente de su taller, para no echarlos o recortarles el sueldo. Y lo que hacía era buscar a los autores, les pedía un libro y les daba él crédito para publicarlo. Y así, muchos siendo imprenteros se hacían editores. Es el caso de una editorial que hace poco murió el dueño: Cortizo se llamaba. El era gráfico, era linotipista y tenía el taller en la calle Callao casi esquina Corrientes, en un sótano, ahí tenía las máquinas de linotipo. La editorial se llamaba Quetzal y editaba muchas cosas del Partido Comunista, el dueño era del PC.
E2:- Y eso ¿en qué año es?
PL:- Más o menos por el 50. Cortizo murió hace poco, íbamos a ir a comer y me desencuentro con él, al poco tiempo llamo a la casa y se había suicidado. Hará ocho o diez meses ya de esto. Era un tipo muy capaz, muy inteligente. Le gustaba mucho el teatro, una gran memoria tenía, recitaba muy lindo, y había actuado en algunas obritas de teatro. Y fue el que editó todo eso sobre el teatro de Stanislavski, de estos grandes maestros, y algunas cosas de Pavlov también; y muchos libros de literatura, sobre todo de la gente del PC. Ese es un ejemplo de imprentero, de gráfico que terminó en editor. Otro caso es el de un tal Lerner que también tenía taller gráfico y editorial, la editorial Hemisferio. Y otra gran editorial, muy amplia, la editorial Argonauta, que publicaba historia, mucha historia, traducciones, clásicos de la historia universal.
E2:- Tiene también una famosa antología del surrealismo.
PL:- Es posible, porque el dueño, el que la fundó, era el doctor Aldo Pellegrini, el que trajo el surrealismo a la Argentina. Un tipo excelente. Usted se sentía al lado de él verdaderamente bien. Generoso, humano, muy buena persona. Y la editorial de él fue un modelo, porque editó con una calidad gráfica de primera unos títulos que desaparecen, usted no los ve más. Son libros que se pierden.
E1:- También están los Glusberg, ¿no? Samuel, el editor, y Leonardo, el que escribe con Horacio Quiroga ese libro de lectura….
PL:- Alguno de ellos se fue a Chile, se radicó allá.
E1:- Y ¿por qué se irían a Chile en esa época estos escritores? Porque también Ghiraldo se va a Chile, cuando volvió de España se fue a Chile.
PL:- Tal vez por mayor independencia. Chile tradicionalmente era muy libertario, y muy respetuoso de la izquierda. Los gobiernos, a pesar de que eran gobiernos muy formales, respetaban mucho a la izquierda. La única oportunidad en que se dio algo diferente es con el fenómeno Pinochet, si no, no ocurre como acá, donde fue tradicional el golpe de Estado. Allá no, salvo el caso de Pinochet, que es la gran influencia norteamericana, porque ahí más que nada influyen Kissinger y Nixon, todos ellos. Bueno, me desvié de todo lo que…
E2:- Y cuando usted empieza a editar ¿cuáles recuerda como las editoriales de izquierda más importantes o que tuvieran alguna vinculación orgánica con partidos de izquierda?
PL:- Por un lado estaría Claridad, con Zamora, un socialista. Y luego, en pleno auge mío, podría tener editoriales como Futuro, que era del PC, había otra más del PC…
E1:- ¿Había una Deucalión?
PL:- No, Deucalión era de Osiris Troiani. Funda Deucalión con unos lindos libros ¿no? Y se lo administraba creo que Hachette, lo distribuían ellos. También había una Anteo, también del PC.
E2:- Y una editorial Actualidad, del PC.
PL:- Claro, ellos tenían muchos nombres…
E2:- Es muy difícil distinguir la editorial porque cambian los nombres…
PL:- Si. Para hacer un determinado tipo de libro tenían cada vez un nombre diferente. Mire, este librito, La red y la tijera, es un libro editado por la gente del PC, denunciando todas las editoriales que tienen vinculaciones con el imperialismo.
E1:- Y el autor es Flores MacGregor, según aparece en la portada …
PL:- ¡No! Vaya a saber cuál era el nombre real, no hay que guiarse por lo que ellos dicen…
E1: Usted contaba hace un rato que en un momento se les ocurrió a usted y a su amigo-socio tener una editorial, se supone que porque iban a entrar unos pesos más. Entonces ¿eran negocio las editoriales? A lo largo de la historia de usted, ¿cómo se fue dando esta parte del oficio?
PL:- Una editorial puede ser un negocio… Más que nada una evolución de capital, el dinero va, viene. Por ejemplo: a usted le dan crédito, usted vende el libro; si tiene éxito, recibe una cantidad de dinero pero después tiene que pagar el crédito, pero eso le permite hacer otro libro. En esa evolución uno se va entreverando. Pero yo, honestamente, habiendo tenido tantos éxitos porque después de todo yo tuve muchos libros que fueron best-sellers, aunque no aparecieran en las listas de los grandes diarios, sin embargo si yo tuve una casa propia fue porque hice una gestión en el Banco Hipotecario, es decir, la tengo no con dinero mío sino con un crédito. Y ahora estoy yo viviendo con una jubilación que es menos todavía que la mínima, ¿me entiende? Y si sobrevivo y puedo vivir, porque son 200 pesos de jubilación, con los cuales apenas se vive una semana, es porque he hecho alguna tarea extra, he asesorado a algunos editores. Entonces me han venido unos pesos extra por otro lado, pero no porque yo haya hecho un capital como para sobrevivir y tener una vejez bacana.
EDICIONES Y REEDICIONES DE NUESTROS AÑOS 60
E2.: Entonces sigue usted vinculado con la actividad editora.
PL:- Ah, sí, siempre en lo referido al libro. Es decir, de alguna manera vivo del libro también. Ahora estamos trabajando con una editorial amiga, yo le estoy dando los títulos, y ellos tienen la infraestructura económica y la distribución, porque a esta altura del partido no me voy a poner con una cosa tan complicada como es hoy la administración, la parte impositiva y todo eso, ¿no? Entonces eso lo ponen ellos. Y sacamos el libro de Alejandro Olmos sobre la deuda externa, y ahora sacamos lo de Hernández Arregui y algunas cosas de Scalabrini Ortiz.
E1:- ¿Textos nuevos o reediciones?
PL:- No, reediciones. Por ejemplo, libros muy agotados de Hernández Arregui como La formación de la conciencia nacional. Pero, ya le digo, no como empresario. Figuro, sí, para dar cierto lustre a la editorial, pongo el apellido.
E1:- Entre sus best sellers, ¿cuáles mencionaría usted en primer lugar?
PL:- Y, mire, el de Ernesto Palacio Historia de la Argentina; habré tenido, 10, 12 ediciones. También los de Jauretche, Medio Pelo, Manual de zonceras, Política nacional y revisionismo histórico. Fueron como 10, 12 ediciones. Después, los de José María Rosa. O el único que le edité a Félix Luna, Los caudillos. O los libros de Gobello sobre vocabulario lunfardo, o los libros sobre tango…
E2:- Los de Rodolfo Ortega Peña también los editaba usted.
PL:- Sí, edité algunos de Duhalde y Ortega Peña. ¡He publicado tantos títulos! Me acuerdo cuando hice la editorial con este mozo que era médico, habíamos sacado un libro, Los días del hombre de un médico francés, un tal Besançon. También ahí salió edición tras edición, porque era toda una desmitificación de la medicina formal. Sobre todo hablaba de gente vieja que había llegado a cierta edad haciendo todo lo contrario de lo que le indican los médicos, ¿no?, tomando vino, comiendo, fumando.
E2:- Ese se vendía muy bien, seguramente.
PL:- ¡Uh! Agotaba ediciones tras ediciones. Yo tendría que buscar en los catálogos para acordarme de todos, pero hubo bastantes, bastantes best sellers. Y los que no eran best sellers eran libros que siempre tenían alguna demanda, siempre se vendían, sin ser espectacular la venta. He tenido suerte.
E1:- O buen ojo de editor.
PL.; ¡Qué sé yo!
E1: ¿Y por qué Jauretche no siguió escribiendo o publicando sus memorias? ¿El único tomo lo terminó poco tiempo antes de morir?
PL:- Claro. Y venía la segunda parte que era muy linda porque se trataba de cuando ya viene a Buenos Aires, cuando empieza a conectarse con los grupos políticos. La primera parte [publicada bajo el título “De memoria. Pantalones cortos”] era la de la infancia, la pubertad, la adolescencia.
E1:- Y ¿quedaron manuscritos, él tenía algo hecho?
PL:- No, tal vez sepa algo la señora, pero no sé …Era la parte más sabrosa, la que uno esperaba con más interés …
EDITORIALES PIRATAS Y DE LAS OTRAS
E2:- En un aviso de la editorial Actualidad (que es una de las editoriales del Partido Comunista) aparecía una frase: “Esta editorial paga los derechos y edita y no resume las ediciones” o “tiene ediciones completas”. ¿Era común entonces comprar un libro y no editarlo completo o no pagar los derechos?
PL:- De eso se hablaba mucho con respecto a la editorial Tor. Tenía, por ejemplo, la colección “La biblioteca filosófica” que editaba a todos los clásicos. Salía 30 centavos cada libro, entonces tenían que tener determinada cantidad de pliegos o de páginas. Si tenían más páginas, entonces ese capítulo sobraba.
E2:- Simplificaban la filosofía, no tenían problema…
PL:- ¡Total, nadie se daba cuenta porque nadie los leía! Ellos estaban muy bien organizados, lógicamente, porque no podían meter un pliego más en un libro que no iban a poder cobrar más caro …
E2:- Y Claridad tenía una política editorial más …
PL:- Claridad ya era más respetuosa. Pero tené en cuenta que Tor tal vez haya sido la primera editorial que tuvo una trascendencia latinoamericana. Tor llenaba los mercados de toda América. Editaba cientos de títulos por mes.
E2.: Y tiene una cantidad de colecciones verdaderamente impresionante.
PL:- ¡Sí! Y las cantidades que editaba de cada libro. Ellos sí que tenían una imprenta y editaban cantidades fabulosas. Y editaban todos los libros de Hitler, no le ponían el sello pero eran ellos.
E2:- ¿Y lo hacían por una cuestión puramente económica o tenían algún compromiso…?
PL:- No, no, era algo puramente económico. Yo creo que tengo una edición del libro de Hitler de ahí, “Mi lucha”, por ejemplo. No tiene ninguna marca, le ponen cualquier cosa, “Ediciones Alborada”…
E1:- Aparece solamente la dirección de los talleres, calle Arriola 2000.
ENCUENTROS, DESENCUENTROS, AUSENCIAS Y DESPEDIDAS
E2:-. Usted decía que se encontraba, a partir de los 50, con la gente que después va a pertenecer a la izquierda nacional. ¿Dónde se empiezan a nuclear? ¿Es a partir de algún punto en común.?
PL:- Nos reunimos, antes de tener yo la editorial, en los cafés. Uno se reunía en determinados cafés… Luego con el tiempo, la izquierda nacional de Ramos fue teniendo lugares específicos.
E2:- Porque todavía no había ningún partido, ninguna organización…
PL:- Más que nada en los cafés se reunían. Por ejemplo, a Jauretche lo veían mucho en un café que había en la calle Córdoba y Esmeralda. La casa de él estaba en la calle Esmeralda entre Córdoba y Paraguay En ese café se reunía mucho Jauretche, y lo iban a ver ahí. Y después dos cuadras más abajo estaba Saint James, otra confitería donde sabía ir.
E2:- O sea que no había ningún vínculo orgánico.
PL:- No, no.
E2:- Y esta gente que se vincula con usted, ¿por qué se acercaba?
PL:- Bueno, yo llego a tener cierto prestigio a través de la obra de Ernesto Palacios. Entonces, dada la orientación nacional de Palacios, muchos se empiezan a acercar, porque indudablemente la parte ideológica, la coherencia ideológica era muy importante en una producción. Que es de alguna manera lo que yo mantengo y logro, que es una conducta ideológica. Es decir, no editar por ejemplo al PC y después editar a Abelardo Ramos y así. Sino todo más o menos orientado, y respetar eso. Porque muchas editoriales como Planeta te pueden editar a Federico Andahazi y a Osvaldo Bayer, o a este Gorriaran Merlo.
E2:- Hoy habría que ver si hay editoriales que siguen alguna línea ideológica.
PL:- Yo en ese sentido respeté siempre la línea, no era de editar cualquier cosa. Y la prueba está en que al empezar el Proceso yo dejo de editar sencillamente porque: primero, la amenaza permanente; segundo, los libros ya eran devueltos por las librerías, no querían tener libros porque el ejército les cuestionaba los libros de Jauretche, de Ortega Peña. Y había ciertas cosas propias de la ignorancia de algunos milicos, que cuestionaban libros como el de José María Rosa, La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas. Y los tipos se creyeron que se hablaba de Montoneros y lo cuestionaron al librero, le cerraron la librería. De modo que esas confusiones … Y después pasaba esto, nadie escribía porque iban presos o desaparecían. Un tipo que tenía una biblioteca medianamente importante la quemaba, la gente se deshacía de las bibliotecas, enterraba sus libros…
E2:- ¿Y en ese período tuvo otro trabajo?
PL:- Bueno, allí me retiré ya, me jubilé. Fui galgueando, haciendo cualquier cosa. Viajé un poco, estuve en Cuba, estuve en España, cosa de ir pasando el tiempo hasta que aclarase. Ahora voy a terminar una nueva edición de un librito mío, se titula Memoria de papel. Y ahí van a salir algunas cosas. Es más que nada recordar muchas figuras que uno ha conocido, muchos personajes que se van olvidando, que quedan perdidos.
E1:- Y usted tiene otro libro de memorias, que no se encuentra hoy en ninguna parte.
PL:- Sí, Los encantadores de serpientes. Mundo y submundo del libro. Era un librito bastante lindo para la época, estaba bien hecho. En la Facultad de Filosofía y Letras lo tenían como texto de consulta porque ahí hay una carrera sobre edición. Pero ahora han pasado muchos años, el libro se ha avejentado, habría que actualizarlo.
E1:-¿Publicó algunas escritoras también, dentro de su catálogo?
PL:- Sí, publiqué a una profesora de economía, Moreno. Y una cosa que me duele siempre, porque podría haberla publicado pero no lo hice: Alejandra Pizarnik me llevó sus originales para editar, yo los tuve un tiempito pero eran poemas, una poesía muy hermética. Y le dije que no le convenía a ella publicar en una editorial donde no la iban a buscar porque nosotros no editamos poesía. Era una editorial puramente política, histórica, de modo de que iba a perderse el libro ahí. Ella quedó muy dolida.
E2:- Además tampoco había una gran afinidad ideológica, creo. Ella estaba, me parece a mí, como más cerca de Sur…Quiero decir, más allá de los motivos estéticos…
E1:- Lo interesante sería saber por qué ella se acercó a usted.
PL:- No sé, posiblemente fue porque yo también tenía relaciones con dos o tres poetas que estuvieron cerca de ella.
E1:- El que era su novio entonces era Bajarlía, que tiene un librito de recuerdos…
PL:- Entonces vino por ahí, porque yo con Bajarlía tenía muy buena relación. Es más, hay un libro que me lo dedicó a mí . Un día teorizando, macaneando sobre ciencia ficción, tomó unas ideas que yo le di y después hizo un cuento con eso, y entonces me lo dedica. Hace tanto que no lo veo… Entonces vino por ahí, yo no sabía. Porque sé que ella tuvo contactos con poetas que conocí, que estuvieron en la editorial, poetas que han fusilado, que los han matado, la represión de los milicos.
E:- ¿Quién, Paco Urondo?
PL:- Paco Urondo. Yo pensé que sería por ese lado que había venido Alejandra.