Inicio » Noticias » La educación bajo la lupa: ¿de qué manera conviven lo presencial y lo virtual en las aulas universitarias?
Si alguna certeza dejó la pandemia es que ninguna modalidad es pura. ¿Qué implica ello? Que en la práctica, incluso aquellos recorridos que se plantean como “presenciales”, acuden a diversos procesos y herramientas virtuales. A la inversa, las cursadas virtuales también pueden incluir instancias presenciales. Y, lo aún significa más, en el presente, se vuelven más intensos los debates en torno a la bimodalidad: una estrategia con potencial para ampliar las posibilidades de estudio y colaborar con la permanencia y terminalidad de las carreras.

En esa dirección, la bimodalidad tiene la ventaja de disponer y organizar los tiempos y los espacios del alumno, aunque exige también mayor organización y responsabilidad para afrontar la tarea. Además, reduce costos, elimina las barreras espaciotemporales; lo que contribuye, en paralelo, al desarrollo integral de los estudiantes al incorporar tecnología al proceso de aprendizaje, lo que refuerza progresivamente sus habilidades en la apropiación de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC).

La revolución en la educación que se produce como consecuencia de las TIC supone la aparición de nuevas metodologías pedagógicas con aplicación en la enseñanza online pero, también, en la educación presencial. Así, la incorporación de nuevas herramientas, basadas en la apropiación tecnológica en entornos educativos híbridos, estimula procesos de articulación entre los diversos actores y entre las modalidades de estudio.

La pandemia como punto de inflexión

Para las universidades, el distanciamiento social derivado de la contingencia sanitaria, propició que docentes y estudiantes se vieran en la necesidad de afrontar un desafío inédito en su labor: transitar de la modalidad presencial a la docencia en ambientes virtuales, en muchos casos, sin la preparación adecuada. Este tipo de modalidad educativa fue lo que se llamó “educación remota de emergencia”. Mientras que algunas universidades contaban con experiencia y capacidades instaladas, la gran mayoría no poseía un campus virtual y debió resolver sobre la marcha, a través de plataformas como el classroom de Google o Zoom. 

Al respecto Eliana Bustamante, Subsecretaria de Educación Virtual y Bimodalidad de la Universidad Nacional de Quilmes, señala: “Como institución tenemos vasta experiencia en relación a las carreras de modalidad virtual de enseñanza y esto fue lo que posibilitó que se pudieran transformar rápidamente los cursos presenciales en aulas virtuales. Sin embargo, las cuestiones técnicas o de gestión que pudieron generar una rápida virtualización de los cursos no garantizan por sí mismas las condiciones de equidad de acceso a internet o dispositivos por parte de los actores involucrados”. Y remata: “Los esfuerzos realizados por toda la comunidad permitieron sostener la educación remota de emergencia y dar continuidad pedagógica durante la época crítica del covid-19”.

El cambio abrupto de modalidad educativa puso de manifiesto la existencia de carencias y desigualdades tanto en la disponibilidad de infraestructura tecnológica como en la capacidad de educadores para movilizar sus habilidades tecnopedagógicas y afrontar las particularidades de la enseñanza virtual. Bajo esta premisa, el tránsito de la modalidad presencial a la docencia en ambientes virtuales no fue sencillo para docentes ni tampoco para estudiantes. Pero, afortunadamente, la capacidad de reflejos fue notoria: pronto empezaron a gestarse espacios de formación para quienes nunca habían tenido contacto con las clases virtuales.

Aunque la experiencia fue positiva, según relatas algunos protagonistas, la brecha digital se ubicó como cuenta pendiente. Más si se tiene en cuenta que las diferencias en el acceso y el manejo de las tecnologías definen trayectorias educativas, futuros laborales y exclusiones etarias. Sobre ello, el secretario académico de la UNQ, Daniel Badenes explica que la pandemia fue también un desafío en términos de conectividad porque profundizó desigualdades. “Había estudiantes que no tenían formas de poder estudiar en la virtualidad; muchos tenían un solo celular que debían compartir con toda la familia”, ejemplifica.

Hacia la conquista de nuevas oportunidades

Pensar en nuevos horizontes educativos donde la modalidad de estudio se reconfigure, puede contribuir a fortalecer el proyecto inclusivo de universidad pública. “La reflexión sobre la experiencia y la planificación serán claves para dar sustentabilidad a las nuevas estrategias”, advierte Bustamente.  

Bajo esta premisa, las universidades generan propuestas inclusivas. Un caso típico se vincula con el desarrollo de estrategias de terminalidad de las carreras: hay estudiantes que cursaron casi toda la carrera presencial y a los que les quedan pocas materias para recibirse. Muchos,  por distintas cuestiones –como mudanzas, o bien aspectos familiares y laborales– no pueden asistir a la universidad de manera presencial e, indefectiblemente, se desvinculan. En muchos casos, es la virtualidad la que garantiza la finalización de las carreras. “La idea es que la virtualidad aumente y facilite a los estudiantes la posibilidad de trabajar y estudiar sin resignar sus carreras o bien para facilitar la terminalidad de los estudios”, agrega.

Esto lleva a construir una nueva forma de pensar la educación y un nuevo paradigma educativo en el que, necesariamente, se dan cambios pedagógicos e institucionales. Por eso, la convergencia de modalidades puede ser asumida como una estrategia, por parte del sistema educativo universitario, para cumplir con demandas sociales emergentes, ampliar las posibilidades de formación y recuperar estudiantes que abandonaron sus estudios. En definitiva, se plantea un reto particular basado en la coordinación y articulación de las ventajas de la virtualidad y de la presencialidad.

“Tenemos cada vez más docentes que combinan modalidades, es decir, dan cursos presenciales y cursos virtuales. Esto hace que los estudiantes vivan experiencias presenciales y experiencias virtuales”, remarca Badenes. Y suma: “Lo importante es que esas nuevas formas no constituyan factores que profundizan desigualdades relacionadas, sobre todo, con el acceso y la conectividad”.