La distancia entre la duración teórica y la real es igual a la distancia que hay entre una hipótesis y la realidad. El hecho de construir tipos ideales en los cuales se tiene que recorrer una carrera es un problema porque, en la realidad, las trayectorias de los estudiantes que forman nuestras universidades son sumamente diversas”, amplía Badenes.
En este sentido, la tasa de desgranamiento para el primer año de las carreras es del 60 por ciento. Además, existen algunos estudios de trayectorias de los estudiantes que muestran comportamientos diversos y que no siempre conducen a un desgranamiento, sino a la ralentización de la cursada (incluso, la tasa de cambio de carrera es de poco más del 20 por ciento).
Sucede que, en el sistema universitario argentino, la organización de los planes de estudio se basa en “horas reloj” que contempla únicamente el tiempo en el que los docentes dan su materia frente al estudiantado, pero no tiene en cuenta las horas de estudio que los estudiantes le dedican a cada una de las materias.
Una encuesta realizada por la Universidad Nacional de San Martín lo ejemplifica de la siguiente manera: Si a las 4 horas semanales de clase de una materia se le suma 6 horas semanales de estudio/lectura, se obtiene el resultado de que dicha asignatura requiere (de manera tentativa) 10 horas semanales. A su vez, si el estudiante cursa cuatro materias en un mismo cuatrimestre, suma un total de 40 horas semanales de dedicación.
Con estos números en mente, Badenes manifiesta que “los planes de estudio están pensados en función de que el estudiante curse cuatro materias por cuatrimestre”. “Si cada materia le lleva al alumno diez horas aproximadamente y suma 40 horas semanales haciendo cuatro materias, necesita dedicarse exclusivamente a la carrera para cumplir con el tiempo esperado. En esos planes no se contempla ni la comida, ni el sueño, ni la familia, ni el trabajo”.
Además, entre los factores a tener en cuenta se debe sumar las horas de cuidado y de tareas del hogar que, generalmente, suelen caer en mujeres y disidencias.
Deconstruir el ideal
En este camino por prestar más atención a la realidad que a la teoría, también se debe desandar el imaginario que se tiene sobre el estudiante que asiste a la universidad. Es decir, aquel ideal de que el alumno es un jóven o una jóven recién egresada de la escuela secundaria que se encuentra en una situación de moratoria social y que se dedica únicamente a los estudios universitarios.
Los datos demuestran lo contrario a esta idea: de los inscriptos en el 2020 solo el 32,5 por ciento son menores de 20 años. “El promedio de edad de graduación está en torno a los 30 años, ¿quién a esa edad representa la figura del adolescente que no trabaja o no tiene familia? Nadie. Entonces, si el alumno tiene un trabajo de 40 horas semanales, una carrera que también le implica 40 horas y, además, tiene una familia y tiene que comer y dormir, ¿cómo no se va a estirar la carrera?”, aporta Badenes e invita al debate.
Otra cuestión que hace al ralentizamiento de las carreras es la ubicación geográfica. Argentina posee un sistema universitario ejemplar al ser desarancelado y con presencia de universidades en todas las provincias (incluso, en áreas tan pobladas como Buenos Aires, hay 23 casas de altos estudios). No obstante, a parte del estudiantado estas instituciones aún le quedan lejos. “A las horas ya mencionadas, hay que sumarle una hora y media de viaje de ida y una hora y media de vuelta”, subraya Badenes.
Revisar los planes de estudio
También plantea que, además de la duración teórica de los planes de estudio, se deben revisar sus contenidos. “El sistema universitario tiene carreras muy dinámicas que tienden a incorporar las novedades de sus disciplinas pero, así como tendemos a incorporar lo nuevo, somos bastante reacios a desechar lo viejo. Entonces, generamos carreras que son cada vez más largas”.
Por otro lado, menciona que la duración de las carreras tiene que ir acompañada de títulos intermedios. Badenes ejemplifica: “Si el alumno hace una carrera que lleva hacerla, en términos reales, entre ocho y nueve años, y está ese tiempo en la universidad, pero algo no te permite continuarlo, te vas sin nada. Ahí hay un problema, sería distinto si el estudiante puede irse con títulos intermedios, certificaciones o reconocimientos”.
Además, hacia el final de las carreras espera el desafío de hacer las tesis, tesinas o trabajo final integrador, uno de los factores que hacen al enlentecimiento de las carreras. En el caso de la Universidad Nacional de Quilmes, su oferta académica presenta una amplia diversidad de carreras que poseen tesis obligatorias, pero también están las que no; de la misma manera sucede con las tecnicaturas que requieren trabajos finales integradores. El problema radica en que suelen realizarse en un tiempo separado al del universitario y, así, se vuelven cada vez más lejanos. “Hacer la tesis es un proceso individual y empiezan las demandas familiares o laborales. Entonces, es lo primero que postergas”.
En este sentido, Badenes cuenta: “Funcionan como una etapa muy enriquecedora, la cuestión es cómo hacer que esos trabajos se produzcan durante la carrera de manera acompañada, y no separado de la misma. Por ejemplo, en los posgrados sucede mucho que cada materia se piensa de manera autónoma y, a su vez, cada trabajo final se vuelve una pequeña tesis. La situación sería muy distinta si cada trabajo se piensa en función de un capítulo para la tesis final”.
Una mochila que pesa más de la cuenta
En suma, el secretario académico de la UNQ define: “Hay un desencuentro entre lo que trazamos idealmente en la formulación de planes de estudio y las trayectorias reales de los estudiantes.”
Y continúa: “El problema es la duración teórica, ¿qué es eso? ¿por qué pensamos en eso? ¿Por qué cargamos esa mochila de ‘esta carrera dura cuatro años’? Si, en realidad, ya desde el segundo cuatrimestre de los estudiantes podemos detectar lo que nombraríamos como ‘proceso de ralentización de la carrera’. Nadie que trabaja puede cursar y aprobar bien cuatro materias por cuatrimestre.Tenemos que asumir la realidad de los alumnos y alumnas”.