En abril de 2024 finalizó la temporada de “Malditos Pibes Chorros”, un Podcast original que se emite con periodicidad en Spotify y fue creado por el Laboratorio de Estudios Sociales y culturales sobre violencias urbanas (LESYC) de la UNQ en colaboración con Asociación Pensamiento Penal. En siete episodios recorre el fenómeno para comprenderlo.
El pibe chorro es uno de los lugares comunes de la conversación de la época, una gran coctelera llena de estereotipos, clisés y prejuicios de larga duración. Detrás está el “falopero”, el “villero”, los “negros cabezas”, “los barderos”, “los vagos”. El pibe chorro es una de las mejores excusas que tiene la sociedad para sentirse formando parte de la misma nación. No se trata de lapidar al pibe chorro, pero tampoco celebrarlo. La romantización es un obstáculo al igual que la demonización.
La Conducción, edición y producción estuvo a cargo de Juan Salvador Delú y la locución de Raúl García. Los textos son de Esteban Rodríguez Alzueta y derivan de su libro de Desarmar el pibe chorro (Editorial Didot, CABA, 2023) y su revisión fue de Mariana Domeneghini. Nahuel Roldán se encargó del asesoramiento, Ramiro Galeliano del diseño gráfico, y la producción general fue de Francisco Ortolano.

A continuación, sus 7 episodios y descripción.
Con este podcast nos proponemos desarmar el mito del pibe chorro, problematizar los lugares comunes que se han movilizado para hacer hablar los delitos callejeros vinculados a los jóvenes varones, morochos y urbanos, que viven en barrios pobres y tienen determinados estilos y pautas de consumo
El mito impacta en clises que fomentan el imaginario prejuicioso y de larga duración que tiende a poner las cosas en un lugar donde no se encuentran. Es el pibe chorro, el hecho maldito del país neoliberal.
En este episodio nos vamos a detener a pensar la relación que existe entre el mercado y el delito, entre el consumismo y el delito. ¿Cuánto del delito callejero está vinculado a la presión que el mercado ejerce para que asociemos nuestros estilos de vida a determinadas pautas de consumo?
No es nuestra intención sugerir una relación mecánica entre el delito y el mercado, no estamos diciendo que el consumo, o la cultura del consumo, en sí genera delito, o determina el delito de los jóvenes. pero si que el consumismo es un dato que debemos leer al lado de otros datos, como, por ejemplo, la pobreza y la desigualdad social.
Ya lo dijo El indio Solari: “si Nike es la cultura, Nike es tu cultura, Nike es la cultura hoy”, es decir, si yo para poder existir tengo que tener las mejores llantas y papá y mamá no me las pueden comprar porque la economía familiar se ha desfondado, y lo que gano en las changas tampoco me alcanza, entonces empezá a correr porque yo también quiero existir.
En otras palabras, si los pibes chorros cambian lo afanado por plata, y con la plata se compran ropa deportiva cara eso quiere decir que los pibes chorros son más pibes que chorros.
La pobreza en relación a la delincuencia hay que leerla al lado de otros datos. La desigualdad social, la presión que ejerce el mercado para que los jóvenes asocien sus estilos de vida a determinadas pautas de consumo, pero también al lado de la fragmentación social.
El deterioro de los contratos comunitarios que pautaban la vida cotidiana en los barrios y organizaban la relación entre las distintas generaciones. Delito y la implosión de las familias; la impotencia instituyente de las escuelas para contener a los pibes.
La grupalidad suele ser una de las respuestas aprendidas donde suele ir a rumiar el sentido común. Nos vamos a preguntar, entonces, ¿qué papel juega la grupalidad en la deriva criminal? ¿Las juntas de las esquinas ejercen una presión para comprometer a sus integrantes en las transgresiones? Nos interesa pensar el papel que juegan los grupos de pares en las transgresiones juveniles y saber si estas grupalidades constituyen una subcultura, un mundo aparte separado y separable del resto de la sociedad.
subestimarse las emociones. Las emociones son el lado B del delito.